Estos días el mar ha estado muy tranquilo y hemos salido a pescar chipirones. Hemos quedado con José Luís en el puerto. Se han ido unos cuantos barcos, todos están impacientes. Dejamos atrás la costa, durante un rato navegamos dirección oeste hacia un grupo de barcos y buscamos un sitio donde tirar el ancla, hay que respetar las distancias, que nadie sienta que estamos invadiendo su espacio. Paramos el motor, sacamos todo el material, elegimos los aparejos, los lanzamos y nos ponemos en disposición de moverlos de un lado para otro esperando sentir que un chipirón “ha mordido el anzuelo”.
Mientras tanto charlamos de todo un poco. José Luís nos habla del mar, empezó en un barco en Bermeo con once años, su padre, sus hermanos, primos, todos marineros, su vida ha sido la mar. Hace unos años se jubiló, al principio le costó un poco pero ahora está feliz en tierra y sale cuando le apetece para disfrutar de este mar que conoce tan bien.
Se mantiene de pie todo el tiempo, no pierde el equilibrio en ningún momento. Empieza a subir uno de los aparejos, ha picado algo, es pequeño pero cuando asoma por la superficie nos llena de tinta.
La tarde va cayendo, seguimos nuestra conversación, el cubo cada vez más lleno, saltan unos peces a nuestro alrededor, el día ha estado precioso. El sol se pone a nuestra espalda, rosa, amarillo, azul, parece que mañana también ser el puerto el reflejo de las luces en el agua nos deja como en un sueño.